DESNUDO KINÉTICO



That's a mirror through the air? Surely, but nevertheless... A veces no lo capto porque cuando lloras no río, no comprendo que el agua que derramas es oblicua lluvia que a Natura ensalza.

Veo en el aire un árbol alto y majestuoso, en concreto una secuoya vista desde sus poderosas raíces, demudando en un caudal de río ascendente hacia pasos de lo inasible; demasiada turbiedad para mis confundidos cristalinos, y todo ha variado de ángulo, y pregunto: ¿Puedes creer que alcanzo a saberte?

Llamo sombra a la Sombra, una topografía que planea sobre el suelo acuoso por el que transito; tus pies te conceden barnices de inmortal al afirmarse sobre la tierra y gradualmente se elevan hasta permitirse atisbar sus plantas; la antinomia de pisar sin dejar huella y la seña de ser sin conocer el vértigo, alrededor del cual pivotan palabras mullidas, portadoras de clarividencia... ¿No somos más que ellas, amiga mía? ¿Por qué creo estar identificando algo especial?

El blanco de las nubes nunca es negro, las piezas de ajedrez que el aire o el vacío arrastran cobran tonalidades grises, una vasta forma de grises, ¿despiertas?...

Formas se proporcionan formas en armónica mutuidad, y sin embargo tus pupilas contradicen un guion; confabuladas en el firmamento dividen mi perspectiva en muchos puntos, me descubren a manera de homotecia.

It´s the eye of the night, survivor dark matter. Materia oscura que (a) mi piel abduce, meras figuras que me observan, que me miran, que te arrullan: el espejo.

Seguramente, sin embargo, aparecerás tú, toda tú, inagotable y divisible en un sinfín de emociones o en el confín de un despertar. Sólo eres tú: mi amiga, irreductible a vacíos, en tu prosa de lloros y euforias, pero también soy yo; y somos ambos en gemelar hallazgo de manos y miradas que sí pueden leerse.

Te habrás ido, pero has vuelto; te habrás disfrazado, pero ahora siento tu contacto desprovisto de oropeles, en ágil movimiento, escapando del cero que esboza el olvido.

PUNTO Y. NO FINAL

muertos
después de la muerte
nos quedamos
dibujando un nuevo abrazo
nuevo en su virginidad paciente

vivos
al ver lo que no era la música
perteneciente a nuestro beso
y mientras
construimos el concepto
que comprende el estar ahí
nos morimos
hasta el amanecer

nunca la noche -en su implacable fulgor-
nos había hecho sentir
que creyendo estar
muertos

despertaríamos más de una vez.

FATE MOTIV

En mi piel resurge el musgo del atardecer. Será mejor que inyecte una ilusión de vértigo. Cuestionar la sinergia de los vientos. Prometí que lo haría, mas no he cesado de subir una escalera hecha de bucles (subirla no sin bajarla); ruego poder capturar un parpadeo para mantener la imagen de ese niño que fui, que dije ser. El clímax de ese muro que se erige repentino. ¿Qué establece el punto que ya no es aparte ni seguido? ¿Qué extraño juego es el que se reitera? Un choque de penumbras inmiscibles, cara del que observa la y su reflejo; no existe indulto, no me han llamado, no me expulsan. Será que al final de todo hasta los suelos se desintegran.

LA COSA “EN MÍ”

rasgo un trozo de cielo noche o día
extraigo gris ácida lluvia
araño un epitelio de vigilias
ahuyento vanidades combativas
quiebro mis ramas pútridas
rompo el espejo en que me miro
padezco de mareos clandestinos
descubro ser ese (casi) ignorado
ese ser ente sujeto cosa
la cosa incognoscible
cosa en mí.

LÍMITE

digo que un pulso vibrátil
recorre, escala, atraviesa,
mi columna vertebral
digo que el viento
articula paredes frente a mí
puedo acariciar un matiz de agua
sin sensación de ahogo
mas no vivo
en el lago o en el río
la tierra resquebraja el paso firme
digo que el sol se apaga
con candor desleal sobre mi vigilia sin interrupciones
unción de cielo en el silencio inerme
siento ese hilo evanescente
susurro eterno que mi mente pesca
derrape en el camino inacabado
digo...

LA MAZMORRA

Estoy en lo más alto de un castillo. Dicen que fue construido ha más de seis centurias. Me rodea un espacio lúgubre, pestilente y enfermizo, sin una ventana ni un mezquino espejo para hacerme creer que creo estar presente. El techo es muy elevado, no obstante, padece de vértigo, se tambalea, caerá para aplastarme como a un insecto; la forma es cilíndrica, podría caminar aquí sin cesar sobre el eje del vacío, sin puntos cardinales, viendo la puerta cerrada sine die (como diría un maestro). Sin verme me desgasto, la memoria me recoge moribundo. Esta mazmorra, pese a estar hecha de impertérritas rocas, se desgrana, se desmorona, sin perder su olor a soledad y muerte. Ésta me acecha, estoy desahuciado. Cometen aquí la infamia de encerrarme junto a un mueble de anaqueles vacíos, sin siquiera un mísero libro para entretenerme. Me recuerdan que fui el más instruido de una colonia de esclavos, y que soy un esclavo que no llegó a ser liberto, agonizante en mi conciencia. Entienden que mi vida debe ser interrumpida por mi condición de ser inferior; yo mismo estoy barajando la posibilidad de quitarme la vida, alimentando ese deseo.

Años trabajé recogiendo frutas, aprendiendo a herrar caballos y acémilas, además del oficio de la albañilería... Años cociéndome en un declive, en una pérdida feroz de mis raíces, viviendo en mazmorras muy diferentes a ésta. Antes de ser raptado y convertido en esclavo, vivía con un señor, el maestro Arumu, quien era, es y será mi abuelo, alguien que supo fabricar una mandolina y darle vida como nadie, alguien capaz de recitar estrofas del Fausto, hablar de teologías y dar consejos. Arumu ponía cultura en boca de pobres y enclenques como yo, por eso soy algo ilustrado gracias a él.  Arumu fue noble predecesor de mi encierro; él fue metido en esta mazmorra y asesinado. Quiero honrar su muerte.

Pero en estos límites vivo y me siento acabado; necesito saber si realmente lo estoy, entonces comienzo a buscar motivaciones para disipar el suicidio de mi cabeza. Una podría ser destrozada a fuer de tesón y desesperación un trozo de pared para tener una ventana; de ese modo, podría tener ventilación y ver si hay un exterior. Otra, eludir la agresión, ser liberto, ser hombre normal, de a pie, y aprender a ser un buen tahúr, como lo era Arumu. También puedo hacer mención de otra razón más importante: participar en la abolición de la esclavitud.

¿Cómo salir de aquí? ¿Muriendo? Antes que me arrebaten la vida, fenezco yo en esta mazmorra. En varias maneras pienso. Colgarme en una horca, ahogarme, abrirme las venas, envenenarme bebiendo cicuta, y de ese modo se enfriaría mi cuerpo, tal como me contó Arumu que le acaeció a un antiguo sabio. Lo cierto es que estoy en la mazmorra pensando en adelantarme a la ejecución de estos amanuenses de la opresión, que quieren matarme.

De alguna guisa he de vencer el peso de esta mazmorra, imaginar que esa polvorienta estantería no me hará analfabeto. Mi voluntad y mi imaginación no están asfixiadas, pero lo demás, sí. ¿Qué es lo demás? La mazmorra que asfixia, que tal vez sea todo.

Empieza a mermar mi visión, me quedo ciego, soy derrotado por la oscuridad, que madura poco a poco, a la que pronto no reconoceré.

El pensamiento sigue siendo libre.

La mazmorra desprende señales de su edad longeva y mortífera. Como un hombre mentor murió antes aquí, y otros tantos antes que él, ha quedado comprometido el porvenir. ¿Para siempre?


Me preguntó Arumu:
 
-Di: ¿Acaso Troya fue rémora para la valentía de Eneas?

-No, no lo creo. Aunque...


JAQUE, ¿MATE?
           
Aún salpica sangre, opaca y viscosa.

Un alfil, perspicaz, urticante, escoltado por su reina, hirió mi principal flanco protector. Ahora he de limpiar la sangre de mi contrincante... Creyó que poniéndome en jaque, me impediría culminar vencedor de la contienda.