RAPSODIA Y FUGA

Canto desde mi atalaya
inmiscuyéndome en introspecciones borrosas,
embrollando hipocondrías con imágenes de un suntuoso ombú,
vigilo artesanales fuentes y una playa de aguas opacas,
redescubro gauchos taimados preparando sus vigüelas para ilustres payadas,
soy el que no era engastado en las vías de asfalto y tornados de ajeno tabaco.

Canto desde mi atalaya
procurando olvidar sin-sentidos, ignorante de tahúres y hetairas,
agónicos sorbos recibe mi café matinal,
exhumo tangos de mi abuelo, candombes perdidos, algún huayno lejano,
dulces relámpagos eucaliptados de un parque perenne respiro,
soy el señero niño sentado sobre una vereda empedrada,
un cuchillo con herrumbre, un azar de pasillos semioscuros;

la duda inveterada sobre quiénes fueron los charrúas.

Canto desde mi atalaya
disociando enseñanzas católicas de agnosticismos,
recupero la imagen de esa gata negra que en fases negras me cuidaba,
soy de nuevo el gorrión o el benteveo que en un ceibo posa sus alitas,
vuelven teatros de luces aunque muy en el fondo me conciba cual paria enclaustrado...,
resucito primaveras transparentes,
camino por un museo de óseas esculturas...

Aquí se pone a cantar este rapsoda...

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